lunes, 12 de septiembre de 2011

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Por tu pueblo, Señor, acuérdate de mí.







Hemos pecado igual que nuestros padres, cometimos maldades e injusticias. Allá en Egipto, nuestros padres no entendieron, Señor, tus maravillas.

Se olvidaron pronto de tus obras y no se fiaron de tus designios. Su apetito era insaciable en el desierto y te provocaron, Señor, en la estepa.

Se olvidaron del Dios que los salvó y que hizo portentos en Egipto, y en las aguas del mar Rojo, sus prodigios.

Por eso hablaba Dios de aniquilarlos; pero Moisés,que era su elegido, se interpuso, a fin de que, en su cólera, no fuera el Señor a destruirlos.

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